Las autoridades británicas vienen advirtiendo de que es casi inexistente el riesgo para la salud pública derivado de la exposición al elemento radiactivo que causó la muerte de Alexander Litvinenko. Trazas de polonio 210 han sido halladas en al menos cuatro aeronaves comerciales y siguen apareciendo en diferentes lugares de Londres, algunos sin vínculo aparente con el antiguo espía ruso. Pese a que el peligro radica exclusivamente en ingerir o inhalar el isótopo que sirvió para el asesinato, tanto en el Reino Unido como en otros países de Europa se ha desatado una obsesión a propósito de los efectos del polonio 210. Un crimen político se ha convertido así en cuestión de días en un asunto de salud pública con implicaciones médicas para miles de personas -más de 30.000 han viajado el mes pasado en los aviones inmovilizados- y psicológicas para varios millones, presas de un temor irracional.
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