lunes, abril 02, 2007

Las amenazas sólo fortalecen a los extremistas en Teherán

Tony Blair ha estado haciendo duras declaraciones respecto de la captura por parte de Irán de 15 marineros y marines británicos en Shatt al-Arab, un estrecho entre Irán e Irak. Datos de posicionamiento global muestran que la patrulla naval británica estaba más de una milla dentro de las aguas iraquíes. Encontrarse en una confrontación con Irán es un problema serio para un líder ya golpeado políticamente por la intervención británica en Irak. Mucha gente en Washington diría que las provocaciones violentas de esta clase demuestran que el trato diplomático con Irán, tal como el que promueven Gran Bretaña y otras naciones europeas, es perder el tiempo; que sólo sanciones duras respaldadas por la amenaza de la fuerza pueden influir a los hombres salvajes de Teherán, encabezados por el presidente Mahmoud Ahmadinejad, que niega que haya ocurrido el Holocausto en la Segunda Guerra Mundial. Pero es difícil castigar a los masoquistas. El problema para los que dirigen la política de los Estados es que la conducción iraní sin duda desea recibir amenazas occidentales. Casi con certeza, el régimen de Fidel Castro en Cuba ha durado una generación más de lo que hubiera sobrevivido sin el embargo impuesto por Washington. Del mismo modo, el poder de Ahmadinejad, y el de los clérigos que gobiernan detrás de escena, depende de que se mantenga la confrontación. Estados Unidos y Gran Bretaña han sufrido una erosión desastrosa de su autoridad moral a consecuencia de la guerra de Irak. El gobierno de Blair se siente desalentado al percibir la indiferencia con la que sus socios europeos han tratado la captura de su personal naval. Gran Bretaña se vio obligada a diluir la resolución de condena que está circulando en el Consejo de Seguridad de la ONU, porque algunos miembros rechazaron sus duros términos originales. Lo que debiera considerarse un caso incontestable de agresión armada por parte de un Estado marginado es visto en cambio por muchas naciones como el tipo de situaciones embarazosas que los británicos debieran esperar, dada la dudosa legitimidad de su presencia en el estrecho de Shatt al-Arab.

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