Hoy no es un día feliz para Nueva Orleans. En realidad, pocos lo han sido desde que hace exactamente dos años el huracán Katrina dejara su sombría impronta en una ciudad que lucha desde entonces por salir a flote. El agua que cubrió el 80% de la superficie de esta ciudad hace tiempo que ya no es un problema, pero los efectos de aquella inundación, unida al desastre humanitario que provocó la mala gestión de la catástrofe, y la lentitud burocrática en la que aún se ahoga la reconstrucción, han dejado no sólo cicatrices materiales, sino severos daños emocionales que no conocen raza o condición social.
Las depresiones afectan sobre todo a las más de 40.000 personas que aún viven en caravanas
"Todos estamos deprimidos. Más de un tercio de la ciudad se fue y no ha vuelto. Ya sea porque murieron o porque reorganizaron sus vidas en otros lugares, todos hemos perdido amigos, familia, vecinos... Por no hablar de las casas o el trabajo. Todo lo que colectivamente te da el sentido de pertenecer a una comunidad se ha esfumado. La situación mental de Nueva Orleans es dramática". El doctor Donald Erwin, responsable desde hace dos décadas de la clínica St. Thomas, con su rostro severo, su mirada triste pero lleno de determinación, aparcó su jubilación tras el huracán para resucitar un centro dedicado a la asistencia médica de los ciudadanos sin seguro que se financia con donaciones privadas y por la que han pasado unas 30.000 personas desde el Katrina. "Las 25 personas que trabajaban aquí huyeron a otros puntos del país y hubo que cerrar, pero con la mitad de los hospitales fuera de servicio entendí que la gente nos necesitaba. Damos atención primaria, pero no tenemos psicólogos", se lamenta desde un despacho que mira hacia una casa abandonada.
"Todos estamos deprimidos. Más de un tercio de la ciudad se fue y no ha vuelto. Ya sea porque murieron o porque reorganizaron sus vidas en otros lugares, todos hemos perdido amigos, familia, vecinos... Por no hablar de las casas o el trabajo. Todo lo que colectivamente te da el sentido de pertenecer a una comunidad se ha esfumado. La situación mental de Nueva Orleans es dramática". El doctor Donald Erwin, responsable desde hace dos décadas de la clínica St. Thomas, con su rostro severo, su mirada triste pero lleno de determinación, aparcó su jubilación tras el huracán para resucitar un centro dedicado a la asistencia médica de los ciudadanos sin seguro que se financia con donaciones privadas y por la que han pasado unas 30.000 personas desde el Katrina. "Las 25 personas que trabajaban aquí huyeron a otros puntos del país y hubo que cerrar, pero con la mitad de los hospitales fuera de servicio entendí que la gente nos necesitaba. Damos atención primaria, pero no tenemos psicólogos", se lamenta desde un despacho que mira hacia una casa abandonada.
Comercios del barrio francés de Nueva Orleans- EFE
Según un estudio gubernamental, el 14% de los habitantes de Nueva Orleans y de la Costa del Golfo afectada por Katrina tiene síntomas severos de enfermedades mentales y el 21% moderados; el síndrome de estrés postraumático, que disminuye con el tiempo, en este caso ha aumentado: un 21% de la población lo sufre, frente al 16% de 2006. Para las 40.000 personas que aún viven en caravanas, la cifra duele aún más: los intentos de suicidio en los parques de caravanas son 79 veces más altos que la media nacional y hay siete veces más casos de depresión.
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