sábado, septiembre 01, 2007

El crucial futuro de Rusia y Occidente. Escribe Joschka Fischer

Rusia busca ejercer de nuevo el papel de potencia global y, por mismo, está haciendo alarde de fuerza. Las señales de cambio en la política exterior rusa se han estado incrementando desde que el Presidente Vladimir Putin pronunció un discurso hostil en Munich en febrero pasado.

Desde entonces, Rusia plantó su bandera en el lecho marino debajo del Polo Norte para demostrar su reivindicación del Ártico; anunció su intención de construir su propio sistema antimisiles y profirió repetidas amenazas contra Europa por el plan de desplegar un pequeño sistema de defensa norteamericano; hizo estallar un misil o bomba en Georgia como una señal de advertencia para el gobierno de Tbilisi y sus amigos occidentales; puso en jaque a la base militar de EE.UU. en la isla de Guam con aviones de vigilancia; bloqueó una decisión sobre la situación final de Kosovo en el Consejo de Seguridad, y lanzó un ataque cibernético contra los sistemas informáticos de Estonia.

Asimismo, cada invierno surge una repetida amenaza de "problemas" con los suministros de petróleo y gas a Europa. Obviamente, los elevados precios del petróleo y del gas, el debilitamiento global autoinfligido de EE.UU. debido a Irak y el ascenso de China e India instaron a Moscú a modificar su política exterior.


Continue leyendo al artículo del diario El Mercurio de Santiago

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