Múltiples consultas con amplios sectores de la nación, y una férrea oposición de varios de sus consejeros, tuvo el mandatario antes de acoger la idea de la Iglesia.
Cuando el padre Darío Echeverri, secretario de la Comisión Nacional de Reconciliación, lo llamó telefónicamente el miércoles en la noche para pedirle que volviera a considerar la zona de encuentro de la que le había hablado en alguna remota oportunidad, Uribe le dijo "sí".
Apenas atinó a decir que le pondría algunas condiciones. Con todo y la fe que practica, el padre Echeverri casi no lo podía creer.
"Fue una fracesita sencilla: se le pidió que volviera a considerar la creación de una zona de encuentro para hablar sobre el acuerdo humanitario. El Presidente respondió con un 'sí', pero que añadiría algunos requisitos", reveló monseñor Luis Augusto Castro, presidente de la Conferencia Episcopal, superior jerárquico del padre Echeverri.
Esa fue una noche dura para el Presidente. Se había comenzado a desmontar de uno de los inamovibles que el país le había escuchado repetir por años y años. Por su cabeza pasaban muchas cosas: las imágenes de los secuestrados en poder de las Farc reveladas en las pruebas de supervivencia, el clamor de sus familiares, las opiniones de más de 15 presidentes de todo el mundo con quienes había hablado, pero también el pedido de millares de personas que a lo largo y ancho del país le han encarecido no abandonar la política de seguridad democrática.
Entre el miércoles y el jueves, y mientras el tema del intercambio humanitario pasaba a ser un tema de primera página en muchos diarios internacionales, Uribe hizo decenas de consultas con empresarios, líderes políticos, asesores y amigos personales, sobre la "fracesita" del padre Echeverri.
Para tomar la decisión, Uribe tuvo que controvertir horas y horas a cercanos asesores suyos que le aconsejaban que no lo hiciera.
La decisión final de aceptar la zona de encuentro la tomó Uribe el pasado jueves a eso de las 8 de la noche, en su despacho de la Casa de Nariño, luego de una reunión con varios asesores. De pronto, el mandatario se puso de pie y exclamó: ¡Hay que hacer eso!
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