Hace siete años, cuando Beijing logró la sede de los XXIX Juegos Olímpicos, quería mostrar al mundo la nueva China, tras lustros de espectacular crecimiento de su economía y su peso internacional. Hoy, su gobierno quizá se arrepiente: de inmejorable vitrina, las justas se han convertido en una plataforma para protestar contra China, como lo muestran los avatares de la llama olímpica en su recorrido hacia la capital china.
El domingo en Londres y el lunes en París, la antorcha, que debe llegar al estadio de Beijing el 8 de agosto, vio protestas callejeras, barricadas, bolillazos, detenciones y, sobre todo, la denuncia a través de los medios de comunicación internacionales de los rasgos totalitarios del país anfitrión. Así ha ocurrido desde cuando se encendió, hace dos semanas, en Olimpia (Grecia). La chispa de las actuales protestas la encendió la represión contra manifestaciones en el Tíbet, en curso desde el mes pasado. Y todo hace prever que pasará igual en cada país a la que arribe.
La marcha de la antorcha se ha vuelto una competencia entre activistas armados de extinguidores y policías. En París, tuvo que ser custodiada por 3.500 agentes que, a pie, a caballo, en motos y patines, rodeaban al atleta que la portaba. La candela robada por Prometeo a Zeus se apagó tres veces y acabó refugiada en un bus. Fue recibida ayer en San Francisco con pancartas libertarias en el famoso puente Golden Gate. Y ya Buenos Aires tiembla con los preparativos de seguridad para resguardar la tea.
Tal ha sido el incendio que la llama genera a su paso, que el Comité Olímpico Internacional discute si suspender el viaje (el país anfitrión tiene la última palabra).
Siga leyendo el editorial del diario El Tiempo de Bogotá, Colombia
El domingo en Londres y el lunes en París, la antorcha, que debe llegar al estadio de Beijing el 8 de agosto, vio protestas callejeras, barricadas, bolillazos, detenciones y, sobre todo, la denuncia a través de los medios de comunicación internacionales de los rasgos totalitarios del país anfitrión. Así ha ocurrido desde cuando se encendió, hace dos semanas, en Olimpia (Grecia). La chispa de las actuales protestas la encendió la represión contra manifestaciones en el Tíbet, en curso desde el mes pasado. Y todo hace prever que pasará igual en cada país a la que arribe.
La marcha de la antorcha se ha vuelto una competencia entre activistas armados de extinguidores y policías. En París, tuvo que ser custodiada por 3.500 agentes que, a pie, a caballo, en motos y patines, rodeaban al atleta que la portaba. La candela robada por Prometeo a Zeus se apagó tres veces y acabó refugiada en un bus. Fue recibida ayer en San Francisco con pancartas libertarias en el famoso puente Golden Gate. Y ya Buenos Aires tiembla con los preparativos de seguridad para resguardar la tea.
Tal ha sido el incendio que la llama genera a su paso, que el Comité Olímpico Internacional discute si suspender el viaje (el país anfitrión tiene la última palabra).
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