El regreso a la arena política de Mohamed Jatamí añade un plus de incertidumbre a las elecciones presidenciales iraníes del próximo 12 de junio. El ex presidente reformista constituye el mayor desafío a un segundo mandato de Mahmud Ahmadineyad, si éste se presenta.
El regreso a la arena política de Mohamed Jatamí añade un plus de incertidumbre a las elecciones presidenciales iraníes del próximo 12 de junio. El ex presidente reformista constituye el mayor desafío a un segundo mandato de Mahmud Ahmadineyad, si éste se presenta. Aunque no están en juego ni el régimen islámico ni los fundamentos del sistema, la posibilidad de elegir entre el más liberal y el más conservador de los gobernantes que Irán ha tenido desde la revolución de 1979 da a los iraníes una opción sin precedentes de expresarse sobre el futuro de la República Islámica.
Que nadie se llame a engaño. Tanto Ahmadineyad como Jatamí respaldan sin fisuras el sistema de gobierno que instauró la revolución, en el que un líder supremo, en la actualidad el ayatolá Alí Jamenei, tiene la última palabra en todas las decisiones de Estado. "Estamos trabajando dentro del marco del sistema, y somos leales a la Constitución y al líder", ha precisado el candidato reformista para contrarrestar las acusaciones de los fundamentalistas.
Sin embargo, en política exterior, economía o la puesta en práctica de las normas islámicas en la sociedad, sus visiones son tan diferentes como sus personalidades. Durante sus dos mandatos, entre 1997 y 2005, Jatamí, que captó el deseo de cambio de los iraníes, rebajó las presiones sociales y dio aire a una sociedad civil hasta entonces en las catacumbas. Además, buscó una relación más distendida con Occidente y aceptó la suspensión temporal del enriquecimiento de uranio a cambio de unos incentivos que no llegaron a concretarse.
Con la llegada de Ahmadineyad [Jatamí no se presentó en los anteriores comicios], Irán reanudó el enriquecimiento y convirtió el programa nuclear en un asunto de dignidad nacional. Sus declaraciones provocadoras poniendo en duda el Holocausto reforzaron los temores de quienes sospechan que ese proyecto esconde un objetivo militar. Dentro del país, regresaron las campañas de moralidad, se estrechó el cerco sobre los activistas pro derechos humanos y aumentó la censura.
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