lunes, abril 20, 2009

El muro de la miseria ya divide Río de Janeiro



En el acceso principal a la favela Morro Dona Marta, enclavada en un precioso cerro del barrio carioca de Botafogo, se respira un ambiente tan apacible que no parece la misma entrada al suburbio donde hace unos meses el ruido seco de los disparos formaba parte de la vida cotidiana de los vecinos. Hoy los colegiales van y vienen sin temor alguno, hay un mercadillo en plena efervescencia y un pequeño puesto de vigilancia con varios agentes de la Policía Militar que charlan relajadamente recostados en sus sillas, algunos de ellos con el chaleco antibalas desabrochado. Aquí no suena un tiro desde hace meses.

Desde el pasado diciembre, las calles están totalmente limpias de narcotraficantes en activo. En noviembre de 2008, la Policía Militar ocupó la favela sin misericordia; se enfrentó a los criminales cuerpo a cuerpo, conquistando cada palmo de sus angostas callejuelas, cada una de las casuchas sospechosas de dar cobijo al enemigo. Corrió la sangre durante días. Varios presuntos criminales murieron en los enfrentamientos, otros emprendieron la huida hacia los bosques selváticos que rodean Dona Marta. Circulan informaciones de que estos narcos están refugiados en favelas vecinas y que continúan dedicándose a labores poco académicas, si bien la policía celebra uno de los mayores éxitos de los últimos años en el combate con las redes criminales: haber metido en cintura a una de las favelas más insurgentes de la zona metropolitana de Río e imponer en ella una paz sostenible en el tiempo. Para ello es necesario que más de cien agentes pertrechados con armamento de guerra ocupen las 24 horas del día las laberínticas calles de Dona Marta. La calma, por lo tanto, pende de un hilo.

En la zona alta de la favela se construye desde hace dos meses un muro que inicialmente pasó inadvertido para la prensa. El paredón, que se abre paso en medio de la vegetación a unos cincuenta metros de las últimas chabolas de la comunidad, es de aspecto penitenciario y llega a tener en algunos tramos hasta cinco metros de altura. Entre 30 y 40 hombres acarrean, cubo a cubo, el hormigón armado con el que se está irguiendo el cerco, que avanza lento y que ya ha alcanzado una longitud de 60 metros. "Esto no hay quien lo eche abajo", comenta, ufano, el maestro de obra, refiriéndose a los materiales que se están usando: hierro, ladrillos de gran porte y hormigón armado.

Dona Marta es la primera de las 11 favelas ubicabas en las áreas nobles de Río. Antes de que termine este año serán cercadas por un total de 11 kilómetros de muro. La iniciativa ha partido, con gran sigilo, del Gobierno del Estado de Río, que oficiosamente actúa en connivencia con la alcaldía de la ciudad. No es la primera vez que las autoridades intentan llevar a cabo una medida que siempre ha sido objeto de gran polémica para la opinión pública brasileña, mayoritariamente en contra de recurrir al hormigón para resolver el problema del crecimiento de las favelas. En otras ocasiones, los políticos esgrimieron el argumento de la seguridad pública para justificar la drástica medida, pero nunca consiguieron el apoyo popular. Esta vez han optado por rebautizar el muro como "ecolímite" para poner el énfasis en los aspectos más medioambientales y campestres del proyecto.

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