A pesar de estar casi ausente, Colombia estuvo muy presente en Quito durante el día de ayer. Tanto en la cumbre presidencial de Unasur, como en el acto de posesión de Rafael Correa -quien empezó un nuevo mandato presidencial-, el país fue mencionado una y otra vez, aunque no precisamente en los mejores términos. El conocido tema del permiso de uso de hasta siete bases aéreas ubicadas en distintos puntos de la geografía nacional, por parte de tropas estadounidenses, fue el combustible que atizó el fuego. Fiel a su retórica incendiaria, Hugo Chávez habló de "vientos de guerra", mientras que el boliviano Evo Morales sostuvo que es una obligación "salvar al pueblo colombiano de los militares norteamericanos".
No obstante, los intentos por censurar a Bogotá fracasaron. El choque entre posiciones moderadas y extremas llevó a que en la declaración final, adoptada por consenso, el asunto no fuera mencionado. En ese sentido, la maratónica gira que emprendió la semana pasada Álvaro Uribe por siete capitales suramericanas dio resultado. Es evidente que una buena parte de los mandatarios regionales considera que la decisión de las bases es del resorte interno de Colombia, así no les guste del todo.
Pero, a pesar de ese triunfo relativo, hay que tener claro que el tema no está clausurado. La convocatoria de una reunión ministerial que se llevaría a cabo en la capital ecuatoriana a finales de este mes sería el preámbulo de una nueva cumbre presidencial en Buenos Aires, con la presencia del mandatario colombiano. En el entretanto, Brasil propuso conversar con Estados Unidos, pues el gobierno de Lula da Silva considera que un acuerdo como el de las bases debe enmarcarse en el contexto de las relaciones entre el norte y el sur del continente americano.
Así las cosas, Colombia tiene que intensificar su labor diplomática, después de haber pagado las consecuencias de una tardía reacción inicial. Más allá de la amabilidad con que fueron recibidos en las diferentes capitales del área, Presidente y Canciller no deben desestimar el aislamiento creciente que le genera al país un eventual pacto militar con la primera potencia del mundo, que le resulta antipático a buena parte de los latinoamericanos. En ese sentido, hay que hacer más y, sobre todo, contar con la Casa Blanca, pues la tímida declaración de Barack Obama el viernes pasado no es suficiente.
Siga leyendo el editorial del diario El Tiempo de Bogotá, Colombia
No obstante, los intentos por censurar a Bogotá fracasaron. El choque entre posiciones moderadas y extremas llevó a que en la declaración final, adoptada por consenso, el asunto no fuera mencionado. En ese sentido, la maratónica gira que emprendió la semana pasada Álvaro Uribe por siete capitales suramericanas dio resultado. Es evidente que una buena parte de los mandatarios regionales considera que la decisión de las bases es del resorte interno de Colombia, así no les guste del todo.
Pero, a pesar de ese triunfo relativo, hay que tener claro que el tema no está clausurado. La convocatoria de una reunión ministerial que se llevaría a cabo en la capital ecuatoriana a finales de este mes sería el preámbulo de una nueva cumbre presidencial en Buenos Aires, con la presencia del mandatario colombiano. En el entretanto, Brasil propuso conversar con Estados Unidos, pues el gobierno de Lula da Silva considera que un acuerdo como el de las bases debe enmarcarse en el contexto de las relaciones entre el norte y el sur del continente americano.
Así las cosas, Colombia tiene que intensificar su labor diplomática, después de haber pagado las consecuencias de una tardía reacción inicial. Más allá de la amabilidad con que fueron recibidos en las diferentes capitales del área, Presidente y Canciller no deben desestimar el aislamiento creciente que le genera al país un eventual pacto militar con la primera potencia del mundo, que le resulta antipático a buena parte de los latinoamericanos. En ese sentido, hay que hacer más y, sobre todo, contar con la Casa Blanca, pues la tímida declaración de Barack Obama el viernes pasado no es suficiente.
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