La advertencia del presidente Obama a los bancos estadounidenses ("Si quieren guerra, la tendrán") empieza a cruzar la línea que separa las palabras de los hechos. El regulador financiero, Securities and Exchange Commision (la SEC), ha presentado una demanda civil contra el primer banco de inversión estadounidense, Goldman Sachs, al que acusa de "distorsión y ocultación grave" por no informar a sus clientes de los riesgos de un producto financiero estructurado sobre las nefastas hipotecas subprime. Las consecuencias de la imputación han volado hasta Europa. Reino Unido y Alemania investigan ya para determinar qué importancia tuvieron en las crisis del Royal Bank of Scotland (RBS) e IKB operaciones similares realizadas por Goldman con ambos bancos.
La acusación de la SEC y las investigaciones de los reguladores europeos aclararán si Goldman y el fondo Paulson & Co. perjudicaron a sus clientes al no informar de los peligros de una inversión montada sobre hipotecas basura. El caso es complejo. Pueden esgrimirse usos y costumbres que desaconsejan a los intermediarios informar a sus clientes sobre con quién y cómo casan las posiciones largas y cortas en una inversión. Pero, en el peor de los casos, al fin habrá información sobre las prácticas financieras desmedidas o descompensadas que contribuyeron a crear la crisis más grave desde 1929.
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