El Asia central ex soviética se parece notablemente en lo peor a los Balcanes. Las etnias se entrecruzan en un mosaico de nacionalidades que trasciende las fronteras políticas, al que en otro tiempo solo daba cierta coherencia la dictatorial gobernación de Moscú. Desaparecida la URSS, la vida de las minorías en esa parte del mundo es hoy todo menos amena.
En Kirguizistán, una de esas repúblicas, los enfrentamientos entre nacionales y miembros de la minoría uzbeka han causado desde el jueves más de un centenar de muertos y decenas de miles de refugiados, que han huido a la vecina Uzbekistán, aunque se especula con que el trasfondo de los combates sea una lucha por el poder. En abril, el presidente Kurmanbek Bakiyev fue depuesto en un golpe a cuyos líderes se les llenaba la boca hablando de restablecimiento de la democracia, aspiración que, efectivamente, no figuraba entre las prioridades del líder derrocado. Los golpistas instalaron como presidente provisional a Rosa Otunbaieva y anunciaron elecciones para el próximo octubre. Pero la nueva Administración no controlaba todo el país, donde especialmente en el sur, escenario de los peores enfrentamientos, Bakiyev retenía importantes apoyos.
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