En un cambio de estrategia, ha empezado a intensificar las operaciones comando; Holanda, el primer aliado que retira sus tropas. Después de ocho meses en los que las fuerzas aliadas experimentaron importantes reveses y en momentos en que la guerra se está volviendo cada vez más impopular en Estados Unidos y en Europa, la Casa Blanca ha comenzado a abandonar su estrategia de acercamiento hacia la población civil de Afganistán para profundizar las tácticas de contraterrorismo, fundamentalmente operaciones comando contra miembros de Al-Qaeda y de los talibanes.
Funcionarios norteamericanos reconocieron que en los últimos meses las operaciones comando -o negras, como se las conoce en el Pentágono- ya eliminaron a más de 130 altos mandos insurgentes, según informó ayer The New York Times . Tras revelar este cambio de estrategia, el diario afirmó que el gobierno y los militares debaten ahora, incluso, la posibilidad de llevar a los insurgentes a la mesa de negociaciones para terminar con la lucha.
El complejo debate y el cambio de plan se producen en momentos en que la Casa Blanca se encuentra bajo fuerte presión de sus aliados, de la opinión pública norteamericana y de los militares, luego de que la semana pasada se hicieran públicos 92.000 documentos secretos que dejaron en evidencia que la situación en Afganistán es mucho más complicada de lo que se creía. A la filtración de los documentos, la peor en la historia de Estados Unidos, se sumó la noticia de que, con 66 muertos, julio fue el mes con más bajas para el Pentágono desde que comenzó la guerra, en octubre de 2001.
Otra muestra de las dificultades que enfrenta Estados Unidos es que Holanda se convirtió ayer en el primer país de la OTAN en poner fin a su despliegue en Afganistán. La guerra, cada vez más impopular en toda Europa, llevó a la caída del gobierno holandés en febrero pasado.
La mayoría de las unidades holandesas estaban desplegadas en la provincia de Uruzgán, cuna del líder talibán mullah Omar, protector del jefe de Al-Qaeda, Osama ben Laden. A pesar de que la salida de los 1950 soldados holandeses del sur afgano no ponen en riesgo la seguridad, el mensaje político implica un golpe demoledor para el gobierno norteamericano, que enfrenta un aumento en las bajas militares y civiles, y crecientes dudas entre los socios de Washington en Afganistán.
Los escasos resultados en el frente militar y la reticencia del Congreso norteamericano a liberar nuevos fondos para financiar el conflicto que ya se conoce como "la guerra de Obama" llevaron ayer al mandatario a defender nuevamente sus objetivos en el país asiático.
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