Para dialogar, los líderes de Israel y Palestina no solo tienen que vencer una historia milenaria de odios y frustraciones, sino también todos los obstáculos que lanzan a su paso los enemigos de la paz cada vez que intentan reunirse. Ha ocurrido de nuevo esta semana, que contempla un encuentro en Estados Unidos entre Benjamín Netanyahu, primer ministro israelí, y Mahmud Abbas, presidente de la Autoridad Palestina: cuatro ciudadanos de Israel fueron abaleados y rematados a quemarropa el martes en la noche en la zona de Cisjordania. Hamas, el movimiento islamista enemigo de las negociaciones, es sospechoso del crimen, por lo que de inmediato surgieron voces en Israel que pedían cancelar la inminente reunión. Uno de los diputados ultranacionalistas, Uri Ariel, exigió su congelación y un fanático religioso pidió acabar con Abbas y "su gente malvada".
Pero ni Netanyahu ni Abbas estaban decididos a aceptar que los extremistas les dictaran la agenda, y persistieron en su cita. El gobierno palestino detuvo a cientos de militantes de Hamas, lo que le valió elogios del anfitrión de la reunión, Barack Obama, quien, para hacer menos tensas las circunstancias, invitó también al presidente egipcio Hosni Mubarak, el rey jordano Abdullah II y el ex primer ministro inglés Tony Blair. Todos condenaron los asesinatos del martes. Ayer se realizó el primer encuentro entre Obama y cada uno de los dirigentes. Hoy quedará atrás el protocolo y se llevará la reunión al Departamento de Estado, jurisdicción de Hillary Clinton. Nadie espera que en dos jornadas se solucione un problema que lleva largo tiempo. Pero al menos Netanyahu y Abbas han vuelto a verse cara a cara.
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