jueves, noviembre 04, 2010

El Tea Party, obligado a definir su rol

A pesar de su avance, el movimiento no obtuvo un mandato claro. En su primera elección legislativa, el Tea Party impulsó a los republicanos en la Cámara de Representantes, al captar el estado de ánimo de una parte significativa del electorado y lograr que cuatro de cada diez votantes expresaran su apoyo por el movimiento en las encuestas de boca de urna.

Sin embargo, en el Senado, el efecto fue el que los republicanos habían temido: mientras la energía del Tea Party allanó algunas victorias, la preocupación por el extremismo del movimiento también les costó lo que parecían triunfos fáciles, especialmente en Nevada, donde el líder demócrata del Senado, Harry Reid, sobrevivió al desafío planteado por Sharron Angle, favorita del Tea Party.

Ahora, mientras trata de hacer la transición entre ser un movimiento de protesta y ser el poder en el Capitolio, el Tea Party enfrenta el desafío de canalizar la energía que infundió a las elecciones hacia una agenda de gobierno sin tener un mandato claro, con un manifiesto disgusto por las inevitables concesiones de la vida legislativa y una recelosa relación con los líderes republicanos del Congreso. Para muchos votantes, el Tea Party ha sido como una pantalla en blanco donde se proyectan esperanzas y frustraciones no siempre compatibles ni realistas.

Para muchos integrantes del movimiento, el objetivo es detener a un gobierno en expansión. Pero el Tea Party también está animado por la convicción de que todo el sistema político se ha desconectado de las necesidades y valores de los norteamericanos; con eso sugiere que su poder electoral emanó tanto de la indignación en un duro momento económico como de la ideología. Lo que muchos de sus adherentes quieren es que los dos partidos se reúnan para resolver los problemas.

Mirando hacia adelante, el foco del movimiento estará puesto en los grandes temas legislativos que enfrenta el Congreso. Pero como la atención se centrará en 2012, el Tea Party también tendrá la oportunidad de ejercer una influencia potencialmente grande sobre la competencia por la nominación presidencial republicana, con una variedad de candidatos potenciales como Sarah Palin y el senador Jim DeMint, de Carolina del Sur.

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