domingo, noviembre 07, 2010

ENTREVISTA: FELIPE GONZÁLEZ "Tuve que decidir si se volaba a la cúpula de ETA. Dije no. Y no sé si hice lo correcto"


Felipe González habla cargado de razón al modo en que las pistolas hablan cargadas de balas. Quiere decirse que más que pronunciar las palabras, las dispara envueltas en el humo del Cohíba. Pero también habla cansado, como un poco harto de que la realidad no acabe de organizarse de acuerdo con sus deseos.

Felipe González habla cargado de razón al modo en que las pistolas hablan cargadas de balas. Quiere decirse que más que pronunciar las palabras, las dispara envueltas en el humo del Cohíba. Pero también habla cansado, como un poco harto de que la realidad no acabe de organizarse de acuerdo con sus deseos. Habla asimismo como el señor mayor que es (68 años), pero también como un chico joven fascinado por las nuevas tecnologías y por los retos de la vida contemporánea. No es todo: a ratos se manifiesta como un hombre pragmático y a ratos como un utopista.

Con la suavidad de un péndulo, se desliza del pistolero de las palabras al hombre cansado, o del señor mayor al chaval joven, o del pragmático al utopista, lo que provoca en quien lo escucha un estado hipnótico que anula casi todas sus capacidades. No importa la cantidad de prejuicios con los que te acerques a él, de todos acabas desprendiéndote al cuarto de hora de iniciada la conversación. Durante la plática, su mirada vaga, perdida, de un lado a otro, deteniéndose en la del oyente el tiempo justo para que este advierta que continúan juntos. Y no es que deje de mirarte por desconsideración, sino porque su modo de conectar consigo mismo es no mirar a ningún sitio.

El encuentro a lo largo del cual obtuvimos las siguientes declaraciones se llevó a cabo a lo largo de los días 27 y 28 de septiembre, en el transcurso de un viaje entre Madrid y Manresa (y vuelta), adonde González acudió para participar en unas jornadas sobre el liderazgo en los tiempos de crisis convocadas por la escuela de negocios ESADE. Entre los demás intervinientes se encontraban Jordi Pujol, Javier Solana, Enrique Iglesias y Antonio Garrigues Walker. El público (entre 70 y 90 personas) estaba compuesto, mayoritariamente, por hombres de negocios (apenas contamos seis o siete mujeres), todos perfectamente ataviados de ejecutivos. González, en cambio, se presentó con una modesta cazadora de tela, azul, y una camisa de cuadros. Nos pareció deducir de su torpe aliño indumentario que el ex presidente se mueve en una dimensión de la realidad desde la que hace y dice lo que le da la gana, como si las cosas no le concernieran, o, por el contrario, le concernieran tanto que no pudiera perder el tiempo en florituras. Hasta esa dimensión le llegan continuas demandas de conferencias, cursos, libros, artículos, declaraciones, entrevistas... Allá donde va es recibido como un presidente en activo y como un experto en asuntos de Estado cuyas opiniones son tenidas en consideración. Dado que su prestigio no ha dejado de crecer desde que abandonara el poder, su presencia provoca curiosidad y respeto en todos los ámbitos. La prensa se ocupa regularmente de él, generalmente para bien. Jamás responde a las bondades, pero tampoco a las maldades, porque seguramente no le llegan demasiado ni unas ni otras. Respecto a su partido, es disciplinado (no publica, por ejemplo, un artículo que no haya pasado por el filtro Ferraz) y siempre está disponible para echar una mano.


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