miércoles, noviembre 17, 2010

Las enseñanzas de las tragedias en Haití

El país está sumido en el caos por cuenta del cólera y la destrucción que dejó el terremoto del pasado 12 de enero.



Foto: EFELa epidemia de cólera desbordó la capacidad sanitaria en Haití.

La enfermedad ya llegó a Puerto Príncipe y, según los últimos datos, van mil muertos. Cuando la tierra tembló en enero en Haití, las imágenes de sufrimiento de los haitianos sacudieron a todo el mundo y ocasionaron una avalancha de ayuda humanitaria. Desde entonces, en los medios de comunicación Haití volvió a ser lo que fue siempre: un tema marginal, no interesante e inadvertido si no fuera por epidemias de cólera o huracanes.

Pero Haití nos enseña una verdad que de nuevo debería sacudir al mundo. Porque lo que sucedió allí no fue una catástrofe natural, fue producto de los humanos. Y lo más grave, es que se puede repetir. Incluso en otros países como Colombia si no se toman las medidas adecuadas para vivir con, y no contra, la naturaleza.

Puerto Príncipe ha sido golpeado por ocho grandes terremotos en los últimos 300 años y ha sido destruido varias veces por ellos. Sin embargo, fue reconstruido en el mismo lugar, y siempre se permitió que creciera más allá de su verdadera capacidad. Cada superficie disponible, inclusive pendientes inseguras, fue colonizada con casas construidas en forma demasiado rápida e incontrolada. Y nuevamente, apenas el polvo se ha posado sobre Puerto Príncipe, se repite el mismo error.

¿Pero qué es lo que nos lleva en forma tan irresistible a crear una ciudad que evidentemente amenaza la vida? Seguramente no solo es la falta de educación y desarrollo de Haití, porque en países “desarrollados” del mundo se puede observar algo parecido: San Francisco, por ejemplo, crece hacia un pronóstico de un terremoto fatal en los próximos 30 años, y también Bogotá se encuentra en una de las zonas más activas de terremotos del mundo y en su historia ya fue destruida varias veces por temblores.

Las razones verdaderas se encuentran en la memoria extremadamente corta del ser humano y en la incapacidad de unir procesos latentes o peligros indirectos con la propia vida. Al Gore, ex candidato presidencial norteamericano, titular del premio Nobel de la Paz y hoy en día famoso apasionado por el tema del cambio climático, utiliza el ejemplo de los sapos para describir ese fenómeno: “Si un sapo es puesto en una olla de agua caliente, él salta de ella inmediatamente. Si por el contrario, éste se coloca en una olla con agua fría y ésta se calienta lentamente, el sapo se deja cocinar afablemente sin gran dificultad”.

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