La subida del crudo y la burbuja de los alimentos amenazan la estabilidad económica. El encarecimiento del barril de petróleo se ha convertido en una amenaza real para la recuperación económica. No obstante, la gravedad de la amenaza depende en primer lugar de cuánto tiempo se mantenga el precio del crudo claramente por encima de los 100 dólares (ayer el brent cotizó a 112,54 dólares) y la percepción que tengan de la crisis libia los inversores en los mercados de petróleo y de futuros. La escalada inicial del brent se interpretó como el temor, nada infundado, a que las convulsiones de Túnez, Egipto y Libia se extendieran a países como Arabia Saudí o Irán; la tensión menor de los precios se interpreta ahora como prueba de que los mercados valoran la crisis libia, pero descartan por el momento conflictos en los principales productores de Oriente Próximo.
No obstante, la amenaza energética es real, porque se repite con cierta periodicidad, como consecuencia de la inestabilidad política en Oriente Próximo, y demuestra que la exposición del continente europeo al petróleo importado no se corrige adecuadamente con planes de ahorro y eficiencia a pesar de los múltiples avisos que han sonado desde 1973. España tiene una dependencia energética muy elevada, pero no es un caso aislado; comparte esa situación con casi toda Europa, salvo Reino Unido y Noruega. El problema, que pronto empezará a manifestarse, es si la elevación de precios importada por el aumento del precio del crudo (los mejores cálculos arrojan un precio medio del barril de 105 dólares en 2011, cuando las previsiones oficiales lo situaban en torno a 90) se transmite a la inflación española vía aumentos salariales o crecimientos de otras rentas.
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