La entrada a última hora del presidente Barack Obama en la batalla por el presupuesto que podría paralizar al gobierno revela un intento tanto de actuar como negociador como de evitar culpas en caso de que los demócratas y los republicanos no se pongan de acuerdo a tiempo.
En un poco habitual encuentro con líderes de ambos partidos, Obama intentó anteayer llegar a un acuerdo sobre cómo recortar en 33.000 millones de dólares los gastos presupuestarios de este año.
La reunión no produjo grandes avances, pero más tarde, en una aparición sorpresiva ante los periodistas, Obama anticipó que convocaría a más reuniones y negociaría "durante todo el tiempo posible hasta que el tema se resuelva".
La intervención marcó un hito después de varias semanas en las que el presidente mantuvo un bajo perfil en la disputa por los gastos, lo que provocó críticas de sus propios partidarios, que lo instaban a usar su influencia.
"Ha llegado la hora de la verdad. El presidente está haciendo sentir su presencia", dijo un funcionario.
Se trata de una estrategia que empleó antes, con cierto éxito. A fines del año pasado, intervino en un conflicto en el Congreso que había llegado a un punto muerto y consiguió un acuerdo, algo que le permitió cantar victoria porque pudo mantener bajos los impuestos para todos los norteamericanos.
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