martes, agosto 16, 2011

Una mayoría que no quiere cambios

No hay posibilidad de interpretaciones erróneas: una mayoría aplastante rechaza cualquier cambio, algo que puede ser explicado por la traumática experiencia de 2001. Esa crisis hizo aún más cautelosa a una sociedad con rasgos conservadores.

A pesar del lento escrutinio, cerca de la medianoche el resultado de las primarias abiertas permitía sacar algunas conclusiones obvias. La mas notoria, que el electorado votó en forma masiva por preservar el statu quo.

No hay posibilidad de interpretaciones erróneas: una mayoría aplastante rechaza cualquier cambio, algo que puede ser explicado por la traumática experiencia de 2001. Esa crisis hizo aún más cautelosa a una sociedad con rasgos conservadores.

Algo similar había ocurrido con la convertibilidad después de la hiperinflación, los votantes también apostaron a que la economía no fuera modificada por temor a que el pasado regresase. Por eso ganó Menen en el 95 y De la Rúa en el 99.

Las urnas también dijeron -y ese es el mensaje político decisivo- que la presidenta es la mejor garantía para que su deseo de estabilidad se cumpla. En suma, conservadorismo económico combinado con una apuesta a la gobernabilidad. La tendencia es lo suficientemente clara como para que el 23 de octubre no haya sorpresas y la fórmula Cristina Fernández-Amado Boudou se imponga sin dificultades.

Hay, por supuesto, causas cercanas del triunfo de la presidenta. Después de la muerte de Néstor Kirchner se temió una crisis de gobierno y cuando no se produjo comenzó a crecer muy fuerte el apoyo a su gestión. La interpretación generalizada fue que ese respaldo expresaba simpatía por una pérdida personal, pero lo que se premiaba entonces y ahora es el mantenimiento de la gobernabilidad.

Aunque una mayoría amplia votó por que nada cambie, no debe entenderse, sin embargo, que votó con el bolsillo. Votó a favor de mantener el nivel de actividad económica y de empleo, pero a pesar de la alta inflación, de la pobreza irreductible, de la desigualdad que sigue en los niveles de los 90 y de la mala calidad del empleo. De la inseguridad y de la corrupción. Ese es un mensaje para los "creativos" de futuras campañas opositoras.

La apuesta a la gobernabilidad y a que no se modifique la marcha de la economía explica también el voto a Eduardo Duhalde y la paupérrima elección de otros opositores como Ricardo Alfonsín y Elisa Carrió.

La crisis de 2001 no sólo devastó la economía, sino también a los partidos políticos. La estructura radical ya no le asegura a sus dirigentes la competitividad y los más de 30 puntos de diferencia entre la presidenta y el segundo candidato también pone de manifiesto la imposibilidad de generar una alternativa opositora mientras no se produzca una crisis. Muestra que el sistema político quedó más dañado que la economía.

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