Se han denunciado con razón las vacilaciones y marchas atrás en la eurozona como la causa fundamental del torbellino que nos azota en estos dos últimos meses.
La sensación de que el paquete acordado en julio constituye materia sujeta a debate ha abierto una brecha de confianza difícil de cubrir. Por eso, resulta esencial que el Eurogrupo cierre de una vez por todas cualquier especulación sobre su determinación de cumplir lo prometido Las recientes dudas generadas por el retraso griego en aplicar las medidas anunciadas no deberían obstaculizar la puesta a punto de algo tan indispensable como la flexibilización del fondo de rescate.
No cabe olvidar que por importante que resulte aliviar el problema de insolvencia que padece Grecia, la inacción ha conducido a elevar peligrosamente las primas de riesgo de Italia y España, arrastrando de paso al sistema financiero a una angustiosa situación.
Sobran, pues, las maniobras de distracción, como la nueva tasa sobre transacciones financieras. No son tiempos de avivar polémicas, sino de adoptar decisiones con firmeza. Importa ante todo concentrarse en levantar cortafuegos frente al creciente deterioro griego. Si el desbloqueo de un modesto desembolso de 8.000 millones de euros se ha transformado en todo un parto de los montes, qué no pasará cuando las facturas al cobro adquieran mayores proporciones. No les falta razón a quienes expresan, como el gobernador del banco central holandés, su convicción de que Grecia se encamina inevitablemente hacia un impago, pero eso es algo que no debería someterse a público intercambio de pareceres.
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