Había pasado ya el acalorado debate entre el premier, David Cameron, y el joven líder laborista, Ed Miliband, sobre el desempleo creciente en Gran Bretaña. La saludable tradición británica –no exenta de una buena cuota de show– en la que el primer ministro se somete cada miércoles a las preguntas de los legisladores estaba llegando a su fin cuando se levantó de un asiento del fondo de la Cámara de los comunes el conservador y secretario del Grupo Mixto Parlamentario sobre las Malvinas Andrew Rossindell.
La escalada de las últimas semanas entre Buenos Aires y Londres por las islas estaba por trepar un nuevo escalón.
“¿Acuerda el primer ministro conmigo en este trigésimo aniversario de la Guerra de las Falklands (como llaman los británicos a las Malvinas) que las acciones del gobierno argentino son totalmente deplorables? ¿ Le recordará a Argentina que perdió la guerra y que le corresponde a los malvinenses determinar su propio futuro?”, disparó en tono enjundioso, entre las risotadas y los gritos de aprobación de sus compañeros de bancada.
Cameron se acodó en la mesa central del recinto, en el extremo norte del londinense Palacio de Westminster, y respondió con una muestra elocuente del pensamiento que domina hoy al gobierno británico respecto a la cuestión Malvinas. Vale la pena reproducirlo completo.
“Primero que nada, es muy importante que conmemoremos la guerra de las Falklands este año – en su 30° aniversario – y recordemos a todos aquellos que combatieron y pelearon tan duro y a algunos que entregaron sus vidas y no retornaron a casa”, arrancó. “Es absolutamente vital que tengamos en claro que el futuro de las islas Falklands es un asunto de su propia gente . Mientras ellos quieran permanecer como parte del Reino Unido y ser británicos, deberían ser capaces de serlo. Esa es la clave absoluta”, continuó.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario