La prima de riesgo de la deuda pública es el principal indicador de la desconfianza en España. Pero hay otros, tan o más críticos para una economía abierta, que arrojan lecturas muy negativas. Según los datos que acaba de difundir el Banco de España, la salida de capital financiero de la economía española pulverizó todos los récords en marzo. Entre lo que retiraron los inversores internacionales y lo que inversores españoles colocaron en el exterior, salieron 66.200 millones, casi el doble que en diciembre pasado, el mes que marcaba hasta ahora el techo.
En toda la serie estadística, que el Banco de España inicia en 1990, no se registra una fuga de capital de estas dimensiones. Se encadenan ya nueve meses de saldos negativos en la inversión financiera neta del exterior, una brecha por la que se han perdido ya 194.000 millones desde julio pasado. Y lo que ha ocurrido con la Bolsa española en abril y mayo, donde las ventas se han impuesto por goleada a las compras, respalda la idea de que esa es la tendencia actual. Otras estadísticas, más recientes, van en la misma dirección: en abril, la deuda pública en manos de inversores internacionales apenas llegó al 37%. También ese mes la banca perdió casi un 2% de los depósitos de empresas y hogares, la segunda mayor caída de la era euro.
En el abultado saldo negativo de marzo pesa sobre todo la evolución de lo que el Banco de España denomina otras inversiones, un grupo que incluye préstamos y depósitos. Aquí la retirada de capital es de más de 46.000 millones, y se debe incluso en mayor proporción a lo que inversores españoles han colocado en el exterior (26.164 millones), que a lo que han retirado inversores extranjeros de activos españoles (20.248 millones). En ambos casos son cifras récord, pero lo más llamativo es la fuga de capitales españoles al exterior, con una intensidad muy superior a la de meses precedentes.
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