miércoles, enero 02, 2013

Las cinco claves del acuerdo


Los congresistas republicanos coquetearon durante horas con el abismo. Pero al final se lo pensaron mejor y sometieron a votación el texto aprobado por el Senado en la madrugada del martes. Estas son las claves de un acuerdo de compromiso que evita la subida del IRPF para la mayoría de los ciudadanos y aleja a la economía estadounidense de la recesión.
Miembros de la Cámara abandonan el edificio del Congreso tras la votación. | Afp
1. Obama cede más de la cuenta
El presidente había expresado durante la campaña su intención de subir los impuestos a los ciudadanos con ingresos superiores a los 250.000 dólares. Un extremo con el que están de acuerdo los congresistas demócratas y una mayoría considerable de los ciudadanos. Y sin embargo Obama se vio obligado a rebajar sus pretensiones y acotar la subida a quienes ganan más de 450.000 dólares: un grupo que apenas supone el 1% de la población.
El presidente es consciente de que esta vez ha cedido más de la cuenta. Así cabe explicar la arenga histriónica del lunes a los senadores decepcionados con el acuerdo y el énfasis en la prórroga de las ayudas a los parados, a las madres solteras y a las energías renovable. Obama es consciente de que ha perdido esta batalla. Su entorno se prepara ahora para ganar la guerra.

2. El abismo que se avecina

La guerra es el abismo fiscal que se avecina a principios de marzo por obra y gracia del acuerdo aprobado anoche. Será entonces cuando entren en vigor los recortes del gasto público que ahora se han aplazado y cuando Estados Unidos deberá elevar el techo de deuda si quiere evitar la suspensión de pagos. El duelo se presume más decisivo si cabe que el de los últimos días. Entre otras cosas porque podría desencadenar una rebaja de la calificación de la deuda del país. Los republicanos perciben el duelo de marzo como una oportunidad para arrancar compromisos concretos para recortar el gasto público.
Obama quiere subir más los impuestos a quienes más tienen y restringir la reforma de las pensiones públicas y de los programas sanitarios para los ancianos y las personas sin recursos: Medicare y Medicaid. El último tira y afloja sobre el techo de deuda sembró el miedo en los mercado y colocó al país al borde del descrédito internacional. Esta vez los actores son los mismos y los términos son muy similares. No parece que demócratas y republicanos tengan ahora más ganas de pactar.

3. El grave problema del déficit

El texto aprobado anoche evita la subida del IRPF para la inmensa mayoría de los ciudadanos. Pero no ayuda a resolver el problema del déficit, que crecerá unos cuatro billones de dólares como consecuencia de un acuerdo que pospone los recortes y confirma unos tipos fiscales que no pueden sufragar las pensiones y la Sanidad. La deuda pública estadounidense rozaba en 1965 el 38% del PIB. Hoy ronda el 74% y alcanzará el 90% en la próxima década si los políticos no toman medidas para remediarlo.
El problema es que demócratas y republicanos se encuentran instalados en una ortodoxia ideológica que impide tomar decisiones. Los primeros se resisten a reformar las pensiones y la Sanidad pública. Los segundos se niegan en redondo a subir los impuestos y asumen los recortes como una misión. El origen del problema del déficit cabe atribuirlo a las decisiones de Ronald Reagan, que combinó las rebajas de impuestos con un fuerte aumento del gasto militar.
Hoy el problema no es el rearme del Pentágono sino el aumento de la esperanza de vida y la jubilación de los 'babyboomers': la generación que nació justo después de la II Guerra Mundial. Unos 10.000 estadounidenses se retirarán cada día durante las próximas tres décadas. Un goteo que supondría la quiebra del Estado si no se aprueba una profunda reforma de las pensiones y de la Sanidad.
A petición de Obama, el republicano Alan Simpson y el demócrata Erskine Bowles presentaron en 2010 un plan para reducir el déficit público unos seis billones en 10 años por medio de subidas de impuestos y recortes del gasto a partes iguales. Son muchas las voces independientes que han respaldado ese plan en los últimos años. Pero sus conclusiones están fuera del alcance de demócratas y republicanos, enzarzados en un debate permanente sobre el tamaño del Estado.

4. El influjo del Tea Party

Los republicanos votaron anoche a favor de una subida de impuestos por primera vez desde la presidencia de George H. W. Bush. La mayoría lo hicieron a regañadientes y contra sus principios. Sobre todo los congresistas próximos al Tea Party: la rebelión contra el endeudamiento del Estado que sacudió el país después de la llegada de Obama a la Casa Blanca. El auge del Tea Party y el triunfo republicano en las legislativas de 2010 llevaron al Capitolio a decenas de congresistas cuyo idealismo transformó la cultura de Washington y complicó cualquier acuerdo entre demócratas y republicanos.
Los novatos no estaban dispuestos a pactar aunque lo que estuviera en juego fuera la suspensión de pagos de Estados Unidos. Desde entonces el Tea Party ha perdido fuelle. Pero la mayoría de esos congresistas siguen en el Capitolio y amenazan con complicar cualquier movimiento posibilista de los republicanos en las batallas fiscales que se avecinan.

5. Un sistema que no funciona

La polarización de los políticos no sería un problema si no fuera por un sistema político que establece muchos frenos a quien gobierna e impide al presidente aplicar decisiones si no disfruta de una mayoría cualificada en el Senado o no tiene el respaldo de las dos cámaras. La minoría republicana puede bloquear cualquier proyecto de ley en el Senado si los demócratas no reúnen el respaldo de 60 de los 100 miembros de la cámara. Un extremo que no está previsto en la Constitución y que limita hasta el extremo el margen de maniobra de cualquier presidente.
El inquilino de la Casa Blanca ni siquiera puede designar su propio equipo sin someterlo al escrutinio de las dos cámaras. Un escrutinio que los congresistas han convertido en los últimos años en una herramienta de presión para lograr sus propios objetivos partidistas. Expertos como Thomas E. Mann o Norman J. Ornstein han propuesto algunas reformas para reducir el bloqueo legislativo en el que se ha instalado Washington en las últimas décadas.
Entre sus propuestas destacan restringir la influencia de las donaciones privadas en las campañas y unificar los mandatos del presidente y de los congresistas para favorecer que el presidente tenga el control de las dos cámaras. Y sin embargo la duración de los mandatos no es el único factor que conduce a la parálisis del sistema. Casi tan importante es la configuración de los distritos de la Cámara de Representantes, que los políticos retocan a su antojo cada 10 años según sus intereses partidistas.
El apaño genera distritos cuyos congresistas ganan por goleada y no tienen incentivos para pactar. La inmensa mayoría de sus votantes comparten sus certezas ideológicas y un acuerdo con el adversario podría propiciar la emergencia de un adversario en las primarias a las que se someten cada dos años.


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